Un poco de todo...
... y mucho de nada.
¡He vuelto! Por causas ajenas a la organización, los planes cambiaron a final de camino y, en lugar de regresar ayer, he llegado hoy mismo a casa. Ello implica que no tengo recetas hechas por mí, especialmente pensadas para uno, que poner tampoco hoy... ni de estos días atrás, porque desde el viernes me han puesto el plato por delante... Pero no está todo perdido. La entrada de hoy va a ser un resumen de lo que he almorzado estos días, para no dejaros sin ideas. No os podré poner las cantidades exactas para una persona, como venía haciendo, pero os pondré cada una de las cosas que comí para que al menos sigáis teniendo ideas para no perderos en esa ardua tarea de enfrentarse cada día a la pregunta "¿y qué leches me hago yo para comer hoy?". Mañana, sobra decir, las cosas ya vuelven a la normalidad y os pondré el almuerzo para uno que me haga. Hoy, os pongo cuatro recetas:
-Primer almuerzo, en un bar: ensalada mixta, un poco de ensaladilla y pavías de merluza. La ensalada mixta tenía lechuga, tomate, zanahoria rallada, atún y un poco de huevo duro. Me gustó bastante el detalle de que el aceite y el vinagre para aliñar lo pusieran aparte, porque se está convirtiendo en una (horrible) costumbre eso de traer la ensalada aliñada... (¿pero quién le manda a otra persona aliñar la ensalada de otra? ufff... eso es que puede conmigo... lo siento). La ensaladilla, la verdad, la pidió otra persona y tomé un poco por no hacer el feo. Pero a mí es que las ensaladillas que llevan mayonesa de bote... ejem... no me dan confianza. Sé que es más cómodo para los bares hacerla así, porque evidentemente le duran más y, claro, comprendo que no es lo mismo arriesgarse con una mayonesa preparada que prepararla uno usando el huevo y multiplicar por mil la probabilidad de que, al día siguiente, se estropee. Eso me recuerda a que es más fácil tirar de la nueva receta que va proliferando por ahí, de la mayonesa de leche (o "lactonesa", como la llaman). Hay muchas formas de hacerla, pero siempre va a consistir en que el huevo va a desaparecer y va a ser sustituido por leche. Yo, por mi parte, la hago con leche desnatada: echo un poco, así como medio vaso pequeño (unos 50 ml) en el vaso batidor. Añado un poco de limón (unas gotas del exprimido o, si no tengo, de ese de bote que ya viene líquido, aderezo de limón) y una pizca de sal. Añado a veces un poco de ajo muy picado, sólo un poco, un diente pequeño. Uso el aceite de girasol para evitar que el sabor excesivamente fuerte del aceite de oliva (aunque sea suave) se coma el sabor de la mayonesa. Bato añadiendo poco a poco el aceite de girasol, hasta que ligue. Queda muy rica, muy muy rica, y dura mucho. Lo único malo es que no suele salir muy espesa, aunque sé que es más fácil conseguir el espesor con aceite de oliva. Cuestión de probar.
Y la receta de la lactonesa venía a cuento ¿de qué?... ¡Ah! Los bares. ¿No es más rico sustituir esa mayonesa de bote por una lactonesa que no se estropee? Sí, es más rico, pero es más laborioso que comprar un bote y abrirlo... ¡El día que yo tenga un restaurante, que tiemblen los bares!
Las pavías, para el que no lo sepa, es una forma deliciosa de comer pescado. Las hay de merluza y de bacalao, al menos son las más populares, pero creo que cada uno las puede hacer del pescado que quiera. No es un simple pescado rebozado, ni mucho menos. Ni siquiera calificaría el método de hacer pavías como "rebozado", sino más bien de una crema que cuesta mucho conseguir y que convierte el plato en una gozada. Hay pocos sitios donde se coman buenas pavías. A mí me gustan las de Chipiona, concretamente las de una freiduría, donde venden todo tipo de pescadito, aparte de tortillas y pollos asados. Un sitio que te saca de un apuro pero a base de calidad y buen precio. Las pavías de ese sitio... mmmm.... son indescriptibles. No puedo daros receta de pavías personal porque no las he hecho (no me atrevo), pero os diré que creo que tienen una simple regla: mientras más deformes y amorfas, mejor. Si entráis en un bar y pedís pavías y os las ponen todas de un tamaño igualado y regular... dudad de su calidad. El secreto está en el marinado o masa que las cubre antes de freir. En las mejores casas de pescado, sé que suele usarse un elemento que incorpore gas, creo que gaseosa e incluso cerveza. De todos modos, os dejo un link de lo que me parece una buena receta de pavías, sencilla pero seguramente exquisita. En este caso, usan agua con gas.
- Segundo almuerzo: en la playa. Mi menú de la playa fue un menú más bien del norte, a base de empanada y pescado. Hacía mil años que me moría de ganas por comer empanada gallega. Realmente, persigo una buena receta para hacerla yo misma: nada que ver con la que uno compra en el súper, pero claro, que quedaría muy lejos de ser una auténtica empanada gallega. Me resigné a tener que comer toda la vida la del súper, porque mis probabilidades de comprar una en Galicia son nulas (hago un llamamiento a la gente de Galicia para que me manden receta de la auténtica empanada, por favoooor). Peeeero en la playa... vi con un restaurante que me abrió las puertas del cielo: estaba regentado por gente gallega. Y una de las especialidades era... efectivamente. La empanada. El cielo terminó de abrirse cuando vi aquello. Una empanada perfecta, de masa consistente, ni muy crujiente ni excesivamente blanda. Jugosa, con todo el pimiento, la cebolla y el atún perfectamente mezclados en su interior... un bocado exquisito que hizo que los ojos me brillaran durante el resto del fin de semana (y no era efecto de las lentillas). No siendo suficiente con mis dos pedazos de empanada, pedí el segundo plato: atún con tomate. Igual de maravilloso, nada decepcionante. El tomante era casero y eso ayuda mucho a enriquecer el plato. Los trozos de atún, perfectos: jugosos, nada secos ni duros. En su punto. También espero animarme un día a hacer atún, y no sólo comerlo de lata o, como mucho, en filete pero vuelta y vuelta a la plancha. Os contaré si lo hago.
- Tercer almuerzo, en casa de los anfitriones: dorada al horno con verduras. SUBLIME. No tengo palabras para describir lo exquisíto que estaba el plato. Su elaboración fue más que sencilla: unas patatas en rodajas, un poco de cebolla, pimiento verde y tomate. También limón. Todo estaba cortado en trozos grandotes. Para hacerlo, me explicaron que primero pusieron las patatas en el microondas, unos diez minutos al máximo, porque al ser más duras requieren más cocción. Se sacan las patatas y se cubre con ellas el fondo de una bandeja. Por encima, ponemos las verduras: la cebolla, el pimiento y el tomate. Después, las doradas. Regamos con un poco de aceite de oliva y sal. Abrimos unos limones a la mitad y ponemos un poco del jugo, pero los dejamos puestos encima de las doradas y las verduras. Es decir, no sólo el limón y los tiramos, sino que dejamos los trozos de limón por encima, para que se asen también. Se echa un poco de agua. Y esto lo metemos en el horno, a unos 200, calor arriba y abajo, unos 25 minutos, media hora. El resultado es espectacular. A mí no me gusta mucho el sabor a limón, pero tengo que confesar que el gusto que cogieron las patatas ha sido el mejor bocado que he probado en la vida. Buenísimo, de verdad, y sencillísimo. El tomate asado al horno también queda súper sabroso. Y la dorada, en su punto, con una carne jugosa y blanca, humeante, nada reseca pero sin estar cruda. Vamos, la perfección. De esas cosas que mueve el azar y que nunca saldrán igual... aunque espero que cuando ponga en práctica esa receta me salga tan buena... Esas patatas con limón... merece la pena hasta hacerlas sola.
- Cuarto almuerzo: en casa de los anfitriones, espinacas con garbanzos. ¡Este sí que fue fácil de elaborar! Por encima de la cocina, vi un bote de marca Hacendado de preparado de garbanzos con espinacas. Se preparó un spofrito típico, a base de ajo y un poco de cebolla, al que se le añadió un poco de pan y una guindilla. Con esto, se hizo una especie de majado. Se puso a calentar el bote de espinacas con garbanzos, que viene listo para comer así, y se le añadió el majado. El resultado: buenísimas. Creí que no iban a gustarme por eso de venir ya en bote. A mí, como el sabor de los garbanzos dejados en remojo de víspera y luego cocidos por uno mismo, no hay nada. Pero el botecito resultó estar bueno. Muuuy bueno, con el majado de ajo que se le añadió. De segundo plato, se hicieron unas friturillas, entre las que me centré en mis adorados mini san jacobos. Después de comerme cuatro minis pringados en ketchup... desistí de la idea de seguir comiendo e irremediablemente mi cuerpo se rindió a una maravillosa siestecilla, extasiada del gusto (recordando las patatas al limón del día anterior a lo Homer Simpson... "mmm, patataaaas").
Y eso ha sido todo. Hoy, al llegar a casa, sólo he tenido tiempo para mirar el frigorífico y sacar una sobra. Aunque ha sido una de mis sobras favoritas... (tápense los ojos los reacios a la casquería y a las vísceras o dejen de leer). Efectivamente, sangre de pollo encebollada. Con un primer plato fresquito, a base de tomate, remolacha y queso fresco, aderezado con un poco de albahaca, y con un chorreoncito de aceite de oliva, la sangre me ha venido de perlas. Como si entrara directamente en la mía y me diera fuerzas. Y para completar, la buena cantidad de hidratos complejos que nos da el pan, que este menú está muy falto de hidratos.
¡Pues nada, gente! A elegir plato y a comer sangre y vísceras sin prejuicios (con moderación , por dios) que nos hace falta hierro (con una frase como esta... seguro que cualquiera que haya leído esta entrada no me lee más...). Mañana, todo a la normalidad. A ver qué preparo...
... y mucho de nada.
¡He vuelto! Por causas ajenas a la organización, los planes cambiaron a final de camino y, en lugar de regresar ayer, he llegado hoy mismo a casa. Ello implica que no tengo recetas hechas por mí, especialmente pensadas para uno, que poner tampoco hoy... ni de estos días atrás, porque desde el viernes me han puesto el plato por delante... Pero no está todo perdido. La entrada de hoy va a ser un resumen de lo que he almorzado estos días, para no dejaros sin ideas. No os podré poner las cantidades exactas para una persona, como venía haciendo, pero os pondré cada una de las cosas que comí para que al menos sigáis teniendo ideas para no perderos en esa ardua tarea de enfrentarse cada día a la pregunta "¿y qué leches me hago yo para comer hoy?". Mañana, sobra decir, las cosas ya vuelven a la normalidad y os pondré el almuerzo para uno que me haga. Hoy, os pongo cuatro recetas:
-Primer almuerzo, en un bar: ensalada mixta, un poco de ensaladilla y pavías de merluza. La ensalada mixta tenía lechuga, tomate, zanahoria rallada, atún y un poco de huevo duro. Me gustó bastante el detalle de que el aceite y el vinagre para aliñar lo pusieran aparte, porque se está convirtiendo en una (horrible) costumbre eso de traer la ensalada aliñada... (¿pero quién le manda a otra persona aliñar la ensalada de otra? ufff... eso es que puede conmigo... lo siento). La ensaladilla, la verdad, la pidió otra persona y tomé un poco por no hacer el feo. Pero a mí es que las ensaladillas que llevan mayonesa de bote... ejem... no me dan confianza. Sé que es más cómodo para los bares hacerla así, porque evidentemente le duran más y, claro, comprendo que no es lo mismo arriesgarse con una mayonesa preparada que prepararla uno usando el huevo y multiplicar por mil la probabilidad de que, al día siguiente, se estropee. Eso me recuerda a que es más fácil tirar de la nueva receta que va proliferando por ahí, de la mayonesa de leche (o "lactonesa", como la llaman). Hay muchas formas de hacerla, pero siempre va a consistir en que el huevo va a desaparecer y va a ser sustituido por leche. Yo, por mi parte, la hago con leche desnatada: echo un poco, así como medio vaso pequeño (unos 50 ml) en el vaso batidor. Añado un poco de limón (unas gotas del exprimido o, si no tengo, de ese de bote que ya viene líquido, aderezo de limón) y una pizca de sal. Añado a veces un poco de ajo muy picado, sólo un poco, un diente pequeño. Uso el aceite de girasol para evitar que el sabor excesivamente fuerte del aceite de oliva (aunque sea suave) se coma el sabor de la mayonesa. Bato añadiendo poco a poco el aceite de girasol, hasta que ligue. Queda muy rica, muy muy rica, y dura mucho. Lo único malo es que no suele salir muy espesa, aunque sé que es más fácil conseguir el espesor con aceite de oliva. Cuestión de probar.
Y la receta de la lactonesa venía a cuento ¿de qué?... ¡Ah! Los bares. ¿No es más rico sustituir esa mayonesa de bote por una lactonesa que no se estropee? Sí, es más rico, pero es más laborioso que comprar un bote y abrirlo... ¡El día que yo tenga un restaurante, que tiemblen los bares!
Las pavías, para el que no lo sepa, es una forma deliciosa de comer pescado. Las hay de merluza y de bacalao, al menos son las más populares, pero creo que cada uno las puede hacer del pescado que quiera. No es un simple pescado rebozado, ni mucho menos. Ni siquiera calificaría el método de hacer pavías como "rebozado", sino más bien de una crema que cuesta mucho conseguir y que convierte el plato en una gozada. Hay pocos sitios donde se coman buenas pavías. A mí me gustan las de Chipiona, concretamente las de una freiduría, donde venden todo tipo de pescadito, aparte de tortillas y pollos asados. Un sitio que te saca de un apuro pero a base de calidad y buen precio. Las pavías de ese sitio... mmmm.... son indescriptibles. No puedo daros receta de pavías personal porque no las he hecho (no me atrevo), pero os diré que creo que tienen una simple regla: mientras más deformes y amorfas, mejor. Si entráis en un bar y pedís pavías y os las ponen todas de un tamaño igualado y regular... dudad de su calidad. El secreto está en el marinado o masa que las cubre antes de freir. En las mejores casas de pescado, sé que suele usarse un elemento que incorpore gas, creo que gaseosa e incluso cerveza. De todos modos, os dejo un link de lo que me parece una buena receta de pavías, sencilla pero seguramente exquisita. En este caso, usan agua con gas.
- Segundo almuerzo: en la playa. Mi menú de la playa fue un menú más bien del norte, a base de empanada y pescado. Hacía mil años que me moría de ganas por comer empanada gallega. Realmente, persigo una buena receta para hacerla yo misma: nada que ver con la que uno compra en el súper, pero claro, que quedaría muy lejos de ser una auténtica empanada gallega. Me resigné a tener que comer toda la vida la del súper, porque mis probabilidades de comprar una en Galicia son nulas (hago un llamamiento a la gente de Galicia para que me manden receta de la auténtica empanada, por favoooor). Peeeero en la playa... vi con un restaurante que me abrió las puertas del cielo: estaba regentado por gente gallega. Y una de las especialidades era... efectivamente. La empanada. El cielo terminó de abrirse cuando vi aquello. Una empanada perfecta, de masa consistente, ni muy crujiente ni excesivamente blanda. Jugosa, con todo el pimiento, la cebolla y el atún perfectamente mezclados en su interior... un bocado exquisito que hizo que los ojos me brillaran durante el resto del fin de semana (y no era efecto de las lentillas). No siendo suficiente con mis dos pedazos de empanada, pedí el segundo plato: atún con tomate. Igual de maravilloso, nada decepcionante. El tomante era casero y eso ayuda mucho a enriquecer el plato. Los trozos de atún, perfectos: jugosos, nada secos ni duros. En su punto. También espero animarme un día a hacer atún, y no sólo comerlo de lata o, como mucho, en filete pero vuelta y vuelta a la plancha. Os contaré si lo hago.
- Tercer almuerzo, en casa de los anfitriones: dorada al horno con verduras. SUBLIME. No tengo palabras para describir lo exquisíto que estaba el plato. Su elaboración fue más que sencilla: unas patatas en rodajas, un poco de cebolla, pimiento verde y tomate. También limón. Todo estaba cortado en trozos grandotes. Para hacerlo, me explicaron que primero pusieron las patatas en el microondas, unos diez minutos al máximo, porque al ser más duras requieren más cocción. Se sacan las patatas y se cubre con ellas el fondo de una bandeja. Por encima, ponemos las verduras: la cebolla, el pimiento y el tomate. Después, las doradas. Regamos con un poco de aceite de oliva y sal. Abrimos unos limones a la mitad y ponemos un poco del jugo, pero los dejamos puestos encima de las doradas y las verduras. Es decir, no sólo el limón y los tiramos, sino que dejamos los trozos de limón por encima, para que se asen también. Se echa un poco de agua. Y esto lo metemos en el horno, a unos 200, calor arriba y abajo, unos 25 minutos, media hora. El resultado es espectacular. A mí no me gusta mucho el sabor a limón, pero tengo que confesar que el gusto que cogieron las patatas ha sido el mejor bocado que he probado en la vida. Buenísimo, de verdad, y sencillísimo. El tomate asado al horno también queda súper sabroso. Y la dorada, en su punto, con una carne jugosa y blanca, humeante, nada reseca pero sin estar cruda. Vamos, la perfección. De esas cosas que mueve el azar y que nunca saldrán igual... aunque espero que cuando ponga en práctica esa receta me salga tan buena... Esas patatas con limón... merece la pena hasta hacerlas sola.
- Cuarto almuerzo: en casa de los anfitriones, espinacas con garbanzos. ¡Este sí que fue fácil de elaborar! Por encima de la cocina, vi un bote de marca Hacendado de preparado de garbanzos con espinacas. Se preparó un spofrito típico, a base de ajo y un poco de cebolla, al que se le añadió un poco de pan y una guindilla. Con esto, se hizo una especie de majado. Se puso a calentar el bote de espinacas con garbanzos, que viene listo para comer así, y se le añadió el majado. El resultado: buenísimas. Creí que no iban a gustarme por eso de venir ya en bote. A mí, como el sabor de los garbanzos dejados en remojo de víspera y luego cocidos por uno mismo, no hay nada. Pero el botecito resultó estar bueno. Muuuy bueno, con el majado de ajo que se le añadió. De segundo plato, se hicieron unas friturillas, entre las que me centré en mis adorados mini san jacobos. Después de comerme cuatro minis pringados en ketchup... desistí de la idea de seguir comiendo e irremediablemente mi cuerpo se rindió a una maravillosa siestecilla, extasiada del gusto (recordando las patatas al limón del día anterior a lo Homer Simpson... "mmm, patataaaas").
Y eso ha sido todo. Hoy, al llegar a casa, sólo he tenido tiempo para mirar el frigorífico y sacar una sobra. Aunque ha sido una de mis sobras favoritas... (tápense los ojos los reacios a la casquería y a las vísceras o dejen de leer). Efectivamente, sangre de pollo encebollada. Con un primer plato fresquito, a base de tomate, remolacha y queso fresco, aderezado con un poco de albahaca, y con un chorreoncito de aceite de oliva, la sangre me ha venido de perlas. Como si entrara directamente en la mía y me diera fuerzas. Y para completar, la buena cantidad de hidratos complejos que nos da el pan, que este menú está muy falto de hidratos.
¡Pues nada, gente! A elegir plato y a comer sangre y vísceras sin prejuicios (con moderación , por dios) que nos hace falta hierro (con una frase como esta... seguro que cualquiera que haya leído esta entrada no me lee más...). Mañana, todo a la normalidad. A ver qué preparo...